SUEÑO CREÍDO Y ESPERADO
Soñar es el viaje más cercano a un mundo nuevo, indetenible, libre, tranquilo y diferente. Soñar es el viaje más cercano a la felicidad. En un mundo de dolor, soñar tranquiliza los ánimos, detiene las suicidas lágrimas y las transforma en cristales de vida. Sin embargo, hay un riesgo, tal vez el peor, y es perder la combinación entre la realidad y la fuerza de soñar. Hay fuerzas inevitables, caminos imprevistos, progresivos y creadores que nacen de sueños, se dirigen a ellos en cualquier humano de cualquier condición, desde la miseria hasta la riqueza, los sueños no se detienen...Nadie puede arrebatarlos... Vienen de Dios y a Él pueden regresar cuando se cree, se ama y se espera más allá de los resultados inmediatos...Es ver la realidad posible...
Jorge despierta alucinado, sin entender la rareza de su sueño. Realmente conmovido piensa que evidentemente está frente a un día distinto a todos los demás días que amanecían bajo su techo. Su piel y sus profundidades, están envueltas de una latente sensación que le palpita el corazón e incluso, la misma conciencia. Esa sensación puede describirse como el asombro ante la definitividad de la vida, y no en sí mismo, sino en el encuentro, en la manera de hacer posible el descubrimiento. Todos los días acostumbra a levantarse a las 6 am., para ir a trabajar en la librería Fondo de Cultura Económica. Tiene su reloj bien preparado, "snooze" para repetir cuando el sueño se hace denso y la flojera de despegar las cobijas se hace renuente. Pero este día no fue necesario, se levanta y ve el reloj, falta media hora para las seis. Y en su pensamiento sólo gira la chica, la chica cabello castaño, su mirada penetrante y segura, su rostro, el color exacto de su piel lo lleva grabado como imagen repetida cada momento. Un sueño con una chica que no reconocía, no podía saber con precisión si de casualidad venía de algún recuerdo de tantas mujeres que se pueden ver en un día en esta ciudad, las cuales no pueden negar la sensualidad que esconden tras sus interioridades de mujeres. La combinación de los instantes vividos en el sueño le hace combinación con las energías que le brotan desde las entrañas hasta las extremidades del cuerpo. En su cama piensa y piensa... observa las sábanas blancas con rayas azules mientras su pensamiento viaja, pero a la vez frente a sus ojos tiene unos objetos materiales que le quedan grabados: sábanas. Y además de ello, la habitación en la que siempre duerme, ya parece tener un toque diferente en ese momento, es a la vez la misma pero también nueva, porque dentro de él hay una inspiración momentánea que la hace reluciente, alegre y agradable. Se siente con grandes emociones... y sólo por un buen amanecer, un sueño... No es un egoísmo, es la posibilidad de abrir el encuentro con alguien que desconoce, pero que le abre sus aspiraciones de su naturaleza masculina.
-¿Quién será ella? ¿Dónde la habré visto? ¿Será que existe? ¿O es la proyección de mi soledad?... Oh no...Ahora tengo ganas de conocerla...Y tal vez jamás...Son cosas locas de la mente...-
En realidad no es descabellado pensar que es la precisión de un conocimiento por una acertada intuición y aproximación a un evento futuro, decisivo, que por antelación se es dado a conocer, un prodigio, un vestigio. No se puede despreciar el sueño por considerarlo en la inconsciencia de dormir. Eso no sucede. El cerebro está tan activo como cuando está despierto. Y los instantes no son pocos, en una tercia parte de la vida se calcula el tiempo que una persona duerme. Y además de todo ese tiempo, simplemente se sueña en la fase MOR (Movimiento ocular rápido), en el sentido de las imágenes recreadas y organizadas. En esos precisos minutos de soñar, cuando recuerdos y otras figuraciones vienen a la cabeza recreadas como si en verdad sucediese una realidad paralela, es cuando la memoria se consolida para depositar lo que realmente es importante, y lo demás que considere innecesario, lo desecha. Sin embargo, no se entiende Jorge de dónde proviene una imagen y una chica que no ha estado en ningún recuerdo... No todo es explicable, muchos fenómenos pueden ir más allá de la actual comprensión de la ciencia.
El sueño sucede así: caminaba hacia el metro de la estación La California, por la puerta entrante del centro comercial Unicentro. Es lo común que hace cada mañana para ir al trabajo. El paisaje y visión del entorno como de ordinario, personas bajando y subiendo, unas más rápidas que otras. Ya habiendo pasado el ticket se escucha la llegada del tren, unos comienzan a correr para bajar rápido las escaleras, sin saber en qué dirección exacta va, si a Propatria o a Palo verde, pero sin embargo, adelantan sus pasos por si logran dar a la posibilidad querida.
Sin embargo, Jorge piensa: -¿Para qué tanta prisa si no llevo pausa?-Y continúa caminando como de ordinario. Baja las escaleras grises y ve que efectivamente el tren que pasó no es su tren, en el lado izquierdo hacia donde bajó hay ciertas personas esperando, no muchas. Se ubica detrás de una persona para esperar algunos cuatro minutos mientras llegan los vagones. Está como de costumbre, pensando en qué libro nuevo verá o también viendo que no es un día con mucha novedad, pues de ordinario va al trabajo, luego a la universidad y luego regresa. Su mirada se dirige hacia el túnel vacío por donde se espera la venida del transporte. Es el lugar donde más debe mirar, lo hace por instinto para prepararse a su llegada. Sin embargo, pasan unos segundos y deja de observar hacia esa dirección, y mira al frente. Y encuentra una imagen que le llama la atención, un tatuaje de un hada en el lado derecho detrás de la escápula, descubierto por la blusa negra de tiritas de una chica que está justo al frente de él, pero de espalda. Hacía el hada una perfecta mezcla con su color de piel, su tonalidad y su textura. Ese color propio de las diferentes culturas mezcladas, entre las personas de origen europeo, africano y nativo, como un café con leche. El hada está de pie, mirando al horizonte, tiene un traje azul que sólo le deja mostrar sus brazos y la parte inferior de sus piernas, su piel es color verde, cabello largo cubriéndole los hombros. La silueta es muy sensual aunque esté en miniatura. Jorge se queda observando y detallando el tatuaje, le despierta curiosidad, no le es común ver tatuajes, ya era esa su novedad. Por los altavoces se escucha: el metro de Caracas da la hora, 6:13 minutos. Le extrañó a Jorge que iba muy temprano, y un sonido anunciaba que el tren se aproximaba, además lo confirma la luz que se asoma sobre la oscuridad del túnel y la corriente de aire que se siente antes de su acercamiento. Poco a poco van pasando los vagones ante sus ojos, hasta detenerse el correspondiente para entrar. No habían muchas personas, pero de las dos estaciones anteriores ya viene casi lleno el metro, de por sí, al entrar no hay asientos, algo apretujado Jorge de pie se toma del tubo vertical que está cerca de la puerta. La chica está a su lado, también de pie, pero agarrada no del tubo vertical, sino del horizontal. Ya no puede ver su tatuaje del lado derecho, pero puede ver algo mucho mejor, de lado ve su rostro, y sin duba le atrapa no sólo la atención, sino su ser, es hermosa y su perfil se parece al tatuaje. La mirada la hizo breve y con disimulo, para no incomodar. Luego, mirando hacia el frente, ve que el vidrio del vagón da el reflejo de su figura, de su silueta, y le da una alegría emocional transmitida por el espíritu femenino, que desde siglos es misterioso y atrayente, armonizado en el gran desarrollo de la naturaleza. Jorge sintiendo ese agrado, como una fuerza inicial para luego volver a mirarla, ya no podía permanecer indiferente.
-Noté que me estabas mirando el tatuaje, ¿te gustó?- Jorge quedó perplejo, no sabía que decir, dio unos pequeños balbuceos.
-Sí, es bonito...y, ¿cómo te diste cuenta?-
-Cuando una mirada es verdadera se puede captar desde cualquier ángulo-
-Oh, suena bien-
Y ella sólo dibujó una sonrisa y no dijo nada más. El metro continuó en su transcurso, y Jorge sintió que debía decir algo, era su misión en tal momento, el silencio no cumplía gran papel ahí, el espacio de las palabras era ese, no había otro. Debía de ocurrírsele algo rápido, no sabía en dónde ella se bajaría, y ya le interesaba saber un poco más.
-¿Qué significa el hada?, me da esa curiosidad-
-¿Qué significa para ti?-
-Pues... no sé... puede significar que quiero seguir viéndola-
-Jejejeje, mmm, ¿qué más?-
-Déjame pensar, es una información de primer momento-
Luego se escucha por los altavoces del metro: señores usuarios, el metro de caracas les informa que esta unidad presenta algunas fallas, por lo tanto, todos deben desalojar en la próxima estación los Cortijos.
Las personas inmediatamente se alteran, algunos dicen comentarios contra el gobierno, otros mencionan el dinero regalado a otros países, otro señor comenta que ya le ha pasado como tres veces. A Jorge en ese momento no le interesa nada de eso, sólo quiere hablar algo más con la chica. El tren se detiene antes de llegar a la estación, en medio del túnel, se ven las luces blancas laterales que lo alumbran, en cierto momento pensó que se quedaría ahí atascado o algo similar, pero se da cuenta que no, sigue rodando lentamente hasta la estación los Cortijos.
Las personas muestran cierta rapidez por salir, Jorge está más cerca de la puerta que la chica, y en signo de cortesía le espera y le permite pasar primero. Van saliendo, ve su figura trasera, en verdad su cuerpo es muy artístico, muy moldeado y reluciente. Antes de haber salido apagan las luces, y justo cuando va cruzando Jorge la raya amarilla, se despierta. Fue un sueño, parecía verdad, pero no, fue un bonito sueño.
Pasa media hora desde la levantada repentina de las 5:30 hasta las 6 am, en la que Jorge revisa y revisa acerca del sueño, pero su pensamiento vuelve y vuelve sobre lo mismo, recuerdos de lo sucedido con los detalles antes descritos. Ya llegada la hora ordinaria de cada día, busca sus cholas, su paño, y entra al baño que comparte con su otro hermano menor, el único que tiene. Allí se ve al espejo, se mira como todos los días, en realidad es el mismo, no cambia mucho. Se cepilla los dientes, se rasura los pocos pelos que le salen en la barba, y entra a la ducha. Esa es su rutina diaria, excepto los sábados y domingos, ya que se levanta una hora más tarde. Pasados 7 minutos, tiempo suficiente para dos enjabonadas y repetir el champú como lo indican en las instrucciones: aplicar, masajear, enjuagar y repetir. Luego saca la ropa del armario, y se viste. No dura más de 30 minutos desde la levantada hasta llegar a la cocina para comer. Entre semana siempre le espera el desayuno de mamá ahí, porque los fines de semana se invierten las funciones, son los dos hijos quienes cocinan o a veces su papá, pero le da flojera y llega tarde para preparar el desayuno, entonces resuelve la cena casi siempre invitando a comer afuera y ahorrarse el trajín. Claro, no muy a menudo, porque la inflación del treinta por ciento de cada año o un poco más, influye en el bolsillo de cualquier ciudadano de a pie. El desayuno ordinario es una arepa con jamón, queso y margarina. De líquido el café no falta con leche. Todo lleva su ritmo, no varía mucho, a no ser que haya desabastecimiento, como suele suceder con algunos productos de la cesta básica.
Pero Jorge dice: -Mamá, hoy quiero variar, quiero dar un toque diferente, hoy es un día nuevo como muchos que han pasado, pero en esencia, hoy me doy cuenta de su gran novedad-
-¿Qué te pasa hijo, y eso? ¿Qué te dio?
-Nada mamá, ¿no me puedo inspirar? jeje-
-Mmm, sí, sólo que es raro tanto inspiración a esta hora, debes tener algo por ahí que no has contado-
-No mamá, todavía no, jejeje-
Abre Jorge la alacena y había una nutella sin destapar. Busca pan, lo unta, trae leche para acompañar mejor y varía en su desayuno.
Luego se dirige a comenzar la caminata de su día ordinario, diez minutos hasta la estación del metro de la California. En el transcurso mientras caminaba la expectativa no le deja de lado ni por un momento, piensa acerca de su nuevo día, de qué ocurrirá realmente en el metro cuando llegue. Al entrar por la puerta del metro que conecta al Unicentro, siente la respiración un poco agitada. Tiene la certeza de que seguramente podrá verla tal como lo soñó, o si no, por lo menos la curiosidad le acompaña. Baja las escaleras de la manera más delicada, haciendo conciencia de cada escalón. Camina por el pasillo, pasa su ticket, y alcanza a ver las escaleras grises con las baldosas amarillas que adornar los lados laterales, que por fin le llevan a la plataforma baja de los rieles. Observa hacia la derecha, hacia la izquierda, su cierto nerviosismo le hace parecer un primer visitante, pero ya tiene cientos de días o miles de los que ha pasado por el mismo lugar. Sin embargo, nota que no hay ninguna chica parecida. Se dice para sí mismo: -Ok, fue un sueño, y fue bonito, eso es lo importante, me ha hecho mirar este lugar diferente, tal vez debiera hacerlo sin soñar...Pero así son los impactos...Pero qué raro, o será que la veré luego, o...bueno, no importa, si la he de conocer, será, si no, pues no, la realidad no es una ilusión...-
Escucha el anuncio del metro de Caracas dando la hora: 7:13 minutos. Hay una coincidencia sólo en el trece, porque a diferencia del sueño, hay una hora de más. Le pareció curioso, simplemente eso. El sonido de los rieles, la luz que asombra al túnel y el viento que arrastra y anticipa le trasladan a su vivencia onírica. Una sensación agradable le acompaña, aunque no haya ninguna chica. Llega el tren, entra un poco apretujado, mucha gente se desplaza a esa hora para sus trabajos. Todo va normal, como de ordinario, pero su pensamiento va muy lejano de la rutina. Para su gran sorpresa, antes de la estación los Cortijos, la velocidad va disminuyendo en medio del túnel, sólo se ven las luces blancas de alrededor, algo parece no funcionar bien, y efectivamente se escucha por los altavoces: Señores usuarios, presentamos algunas fallas y todos deben desalojar en la próxima estación. Un frío le recorre el cuerpo, Jorge está viviendo no exactamente su sueño, pero sí una alta similitud. Siente algo de miedo, pues el ambiente se agita, muchas personas dicen palabras contra el gobierno, contra los que administran el metro, unos tienen cara de soberbia, y antes de salir las personas pululan como hormigas, los más vivos salen primero para hacer la cola del próximo tren, una actitud un poco salvaje en tal circunstancia. A diferencia del sueño, Jorge está más conmocionado, aunque la escena fue casi la misma, pero la atracción y la atención estaba en alguien y no en algún suceso frívolo y desagradable.
El metro lamentablemente no conserva el entusiasmo que emprendió el ingeniero José González Lander con su dedicación y empeño desde 1977 y su inauguración en 1983 del metro de Caracas, está un poco en deterioro. Los vagones a veces se dañan, el aire acondicionado no sirve, a pesar de tener mucha más tecnología y posibilidades.
Las luces fueron apagadas, Jorge sale del metro, cruza la línea amarilla y nota que ya ha pasado más allá del sueño, la secuencia la ha atravesado, ahora está en la realidad y nada ha pasado, algunas coincidencias simplemente. Espera el próximo tren, y no puede tomarlo, porque el gentío se apilona, además hasta su máxima capacidad. Espera el otro tren, con paciencia, no llegará tarde, su entrada al trabajo es a las 8:00 am y son las 7:35.
Se baja en la estación Plaza Venezuela, es impresionante el paisaje artificial y natural de la ciudad, sus grandes edificios, tan pronto al salir de la estación puede ver asomarse la glorieta de la plaza Venezuela, con una gran fuente, el agua brota en diferentes direcciones, le da un encanto espectacular. Los edificios más grandes y antiguos se hacen notar, por su publicidad, como lo son el edificio de la taza de Nescafé, el del Seniat, el edificio Polar y el globo de Pepsi, ya desmontado casi totalmente. Girando unos 180 grados la vista, puede observarse el edificio La Previsora, con sus números dando lo hora correspondiente y brillando sobre la cuidad en los -4:30 GMT, la zona horaria establecida para esta parte de la tierra.
Cientos y cientos de personas transitan por ahí, siempre van y vienen, con diferentes pensamientos y problemas, emociones y aspiraciones. Su lugar de trabajo está justo en el edificio polar, de color ahumado en sus vidrios. La librería donde trabaja Jorge está ahí, en la planta baja. Siempre a la entrada está una mujer blanca, ojos azules y de apariencia joven sentada en una acera pidiendo alguna moneda. Él suele darle una moneda, pero se le ocurre darle en este día un billete, y le dibuja una sonrisa más prolongada de lo normal. De por sí, ella siempre le saluda primero al llegar, esa es su amabilidad. Lo demás de su vida, sólo Dios puede cuestionarle.
A las 1 pm, luego de terminar, almuerza en un restaurante cercano, donde ya tiene fijada la cuota mensual de su almuerzo. En su día sólo piensa en ciertos instantes sobre el sueño, y a sí mismo, se dice. –Sería tan emocionante si fuese real-
Pero también Jorge entiende que tal experiencia es despertada por la magia de vislumbrar el amor, aunque sea hasta ahora en una superflua emoción. Sin embargo, la proyección de deseos, de amar verdaderamente se refleja internamente, es una manera hermosa de comenzar a vivir la vida más intensamente. Debía ver una ciudad diferente, con sus grandiosos significados, con toda su gente, con su lado amable. Había un lado cruel, violentamente innegable, desordenado, lleno de ruido y congestión, pero debía ver que el ánimo más grande viene de los sucesos armónicos y sonrientes que le dan sus habitantes a la ciudad y la ciudad a sus habitantes, bajo el desarrollo y estandarte de cientos de años. Es la manera de que una sonrisa se impone al caos, y le quita su lado terrible y desgarrador, para convertirlo en un mañana de esperanza.
Luego de almorzar, se queda por un momento mirando de nuevo la fuente, los edificios y descubre por un vértice casi escondido, como se ve en lo alto el hotel Humbolt, que desde 1956 está arriba observando la cuidad sobre la inmensidad del Ávila. También puede notarse el teleférico, que desde la misma fecha acompaña esta ciudad y por muchos años, eran aquellas grandes obras los íconos principales de la ciudad. Despertó Jorge la curiosidad cómo tantas veces antes no se había fijado de tal manera, y se promete darse a la tarea de investigar un poco más sobre el ambiente fascinante que observa y que muchas veces ha ignorado y adormecido. En realidad se ve hermoso.
Después de un momento de bella contemplación, se dirige de nuevo a la estación Plaza Venezuela para hacer transferencia hacia la cuidad universitaria, es allí donde estudia filosofía. Es un poco desolador cambiar el clima sosegado que da observar el Ávila y luego entrar al clima caliente y sofocador en el metro, sin aire acondicionado. Muchas personas corren, mostrando cierta barbarie para alcanzar primero el metro. Muchos otros, buenos ciudadanos conservan la compostura.
Finalmente, sale Jorge hacia el campus universitario. Un arco color gris y unas letras color oro le informan que está entrando a la Universidad Central de Venezuela. Es entrar en un campo sagrado, patrimonio de la humanidad, donde el arte y la arquitectura le dan ese aire de conocimiento que tanto se necesita para el desarrollo de un país. Gracias al genio que está detrás, al arquitecto Carlos Raúl Villanueva, que desde el inicio en 1940 comenzó a construir sobre los terrenos que donó el Libertador Simón Bolívar.
Caminar ya dentro es sentirse disfrutar de una cultura de valores y ciencia. Jorge va hacia la facultad de humanidades y educación, a la escuela de filosofía. En ese transcurso, hacia la izquierda y derecha hay palmas, árboles de diferentes tamaños y estilos, de los cuales no tiene ni idea su nombre, pero ya quisiera saberlos. En el transcurso hasta su escuela de filosofía, logra disfrutar de una belleza visual entre naturaleza y arquitectura, arte y estilo.
Jorge tiene sus clases en la tarde, después de las 2:00pm. Tiene el tiempo suficiente para trasladarse desde su trabajo hasta las aulas donde recibe las clases. Ya al atardecer, algunas veces más temprano, que otras regresa a su casa y descansa hasta llegar otro nuevo día. Sólo que esta vez, este día del 24 de junio, las cosas le han marcado un despertar estremecedor. El cielo que lo cubre y la tierra que pisa lo hacen vibrar de esperanza, de un entusiasmo repentino e interrogatorio de su entorno. Siente su ciudad y hace memoria contra el olvido.
Pasa un nuevo día y llega el fin de semana. Un poco consternado Jorge ve que su chica no la ha conocido, estaba con una intuición casi segura de que en sus viajes diarios de trabajo y estudio la conocería. Pero no, a pesar de todo conservaba la esperanza de creer sin resultados inmediatos. Y en fin de cuentas, aunque no llegara a conocerla, le había despertado realidades desconocidas.
Llega el lunes 28 de junio, luego del trabajo se dirige a su Casa Mater, ya habiendo cruzado el arco gris y sus letras de bienvenida a la hermosa Universidad Central, caminando por los pasillos que lo conducen a su aula, a unos cuantos pasos de su facultad, en una silla a su lado derecho, Jorge ve una chica perfecta, hermosa, de un rostro exacto a la imagen conservaba ya por cuatro días en su mente como memoria obligada y encantadora. Definitivamente era ella, notó su tatuaje descubierto tras una camisa amarilla de tiras. La vio, y besaba a un chico de una manera muy apasionada, sin embargo, el mañana es un día incierto, y si no podía intentarlo hoy, el mañana es posible. Ese fue su consuelo, no podía hacer nada más, y pasó de largo. Por una casual coincidencia, la relacionó con su Patria: Venezuela. Aparece la dimensión de la entrega, y abandono en confianza. No es la indiferencia de sí mismo, ni la ceguera, es creer en una dimensión nueva creadora, la cual a veces se puede ver fracturada, pero hay una energía que se renueva con cada día, no es desfallecer en un instante inmediato de decepción.
Se levanta el miércoles treinta de junio con otro sueño, lo detiene un momento entre las sábanas de su habitación. Será porque anheló verla el 29 y no sucedió, había pasado un día desde que la vio realmente por primera vez, pero lo pareció que habían pasado demasiados. No sabía si hizo lo correcto al pasar de largo, sintió la confianza de verla cerca del sitio ordinario de cada día, y por eso, creía que la vería de nuevo. No le importaba si estaba con el chico, quería verla.
Sueña que está en la cafetería cercana de la Facultad de Humanidades y Educación, se dirige allí y pide un gatorade, se sienta a tomárselo. Mientras está en eso, escucha la voz de una chica: -Buenas tardes, Señor, por favor me da una pepsi- Jorge voltea de inmediato su mirada y se queda perplejo contemplándola. Casi sin poder creerlo, nota que es ella. Su irradiación le hace erizar la piel y la razón, nota la magia que le hace sentir. Suena un recipiente de vidrio que cae al suelo hecho pedazos, fue sin querer que a un cliente se le resbaló, es el recipiente del azúcar que está en el soporte. El sonido hace que todos dirijan hacia allí la atención. Jorge lo hace, y cuando la regresa, ve que ella le observa. Y simplemente, le sonríe.
Se levanta mucho más animado, una fuerza creadora le acompaña cada vez más, y en el preciso momento de sentirla, la aprovecha al máximo para soñar despierto, haciendo armonía con la realidad, para que su peso sea real. Está ansioso por llegar a verla nuevamente tal como lo soñó. Esta casi seguro que sucederá así, las dudas disminuyen terriblemente, sabiendo que es probable que no sea como lo desea, pero mientras no ocurra, quiere creerlo con total vehemencia. Realiza su jornada matutina, siente cada acción que hace y piensa en llegar a la cafetería y esperarla hasta que pida su pepsi.
Justo cuando ha hecho el recorrido que lo acerca hasta la cafetería, se da cuenta de una verdad que impetuosamente espera pero que igual le estremece como para arrollarse tan rápido. Ve su perfil de lejos, es ella, está ahí tomando algo. No sabe nada más que la información dada por su sentido visual, pero es más que suficiente. Se acerca, se cruzan las miradas, se sienta a su lado derecho, revisa rápidamente su tatuaje, pide una pepsi. Está nervioso y muy animado, sin saber qué decir. Y es cuando ella le pregunta, con un gesto particular de su cara:
-Disculpe, ¿nos conocemos?-
-Sí, sí, claro, por supuesto-
-Sí, me eres familiar, pero ¿de dónde nos conocemos?-
-Ah, creo que se va a caer algo-
Efectivamente un cliente deja caer la azucarera de vidrio que está allí, en concordancia cuando dice esas palabras. Jorge no veía tal acción, estaba de espalda, pero una intuición se hizo un conocimiento presente e indudable. Ella queda sorprendida, intrigada, le mira más profundamente. Y el prosigue:
-Ah, te decía, que sí nos conocemos, nos conocemos de ahí-
Una atracción inevitable los une, los entrelaza y los hace crecer. Siguen hablando, sonriendo, escuchando, acompañándose. Para él, ella es su chica; y para ella, él está convirtiéndose de la manera más divina en el chico que siempre ha esperado, porque el amor no es tan fácil de descifrarlo, sobre todo, el comienzo siempre tiene un misterio sin ley. Y entonces, el amor se convierte en un sentimiento que puede ser muy peligroso si se cree muy rápido. Da la intuición de una seguridad total y una reacción momentánea la desbarata. Hace creer y hace sentir que se pierde la fe. Puede colocar la más profunda esperanza en eclipse. La mejor manera es darlo todo sabiendo que puede resultar la nada, mas en el amor nada se pierde. Pero sin duda, el amor arma un mundo de gloria porque sí existe. El riesgo es correrlo. Amar es una verdad difícil pero es la mejor. Su magia, su pasión y su razón no tienen comparación. No es imaginación, es una experiencia auténticamente personal. Creer y amar se aplica a este país: Venezuela.